A Pozo Hondo existen dos modos de acceso: uno relativamente sencillo, y otro, que nos acercará a paisajes que no imaginamos, pero con cierto grado de dificultad en el acceso. Ninguno de los dos es demasiado apto para niños pequeños.
En el primer caso el visitante deberá dirigirse a Tambores, en el límite de los departamentos de Paysandú y Tacuarembó.
A la salida de Tambores, al noreste, un camino de balastro corre bastante paralelo a las nacientes del Jabonería, surgido de las cumbres de la Cuchilla de Haedo que dividen territorios de Paysandú y Tacuarembó.
No hay señales indicadoras, se debe apelar a la guía de algún residente de la zona o a la intuición. Pero en todo caso son unos tres kilómetros hacia el este por el camino vecinal luego de abandonar la ruta.
Llegado este punto, a la derecha y a traviesa, deberá buscarse el curso del arroyo, que en condiciones normales es poco significante para el espectáculo que se verá al llegar a la cascada. En épocas de calor, hay que poner especial cuidado al caminar para evitar accidentes relacionados con ofidios.
Siguiendo el curso del arroyo, se llega a Pozo Hondo, una caída de más de 10 metros de altura que se precipita en una gruta a la que es posible con cierta dificultad bajar, pero de la que es extremadamente difícil -si no imposible- salir.
El otro modo de acceder al Cañón del arroyo Jabonería es mucho más espectacular, pero entraña riesgos. Desde Valle Edén es posible seguir un camino paralelo a las vías del ferrocarril, que queda interrumpido para el tránsito al cruzar el propio arroyo. Allí, siguiendo el cauce de rocas y cantos se toma a la izquierda. A veces el arroyo puede bordearse, otras será imposible no mojarse por sobre las rodillas.
El cañon y la gruta se va estrechando y verticalizando. El camino se hace más azaroso. Las sierras de espesa vegetación, de orígenes nativos y subtropicales, se integran a las más variadas especies de la flora autóctona. La Gruta de los Galpones impone sus rigores, se torna imposible escapar hacia arriba, pero finalmente se accede hasta el inicio del Pozo Hondo, aunque la cascada puede escucharse, pero no verse.
Allí las aguas se hacen profundas y son heladas por el escaso sol que reciben en la profundidad de la grieta, pero la corriente de agua que a través de millones de años ha socavado las rocas volcánicas creando este hermoso paisaje es mansa y puede no ser obstáculo para el buen nadador o para quien llegue pertrechado con flotadores, aunque se deben anteponer la razón y la prudencia.
El silencio de la selva subtropical es sólo quebrado por aves difíciles de ubicar y la permanente caída de agua. Para el ojo humano ya entrenado desde kilómetros antes, la falta de luz no es demasiado perceptible, pero si lo es para las cámaras fotográficas, lo mismo que para uno el frescor del aire.
En próximas ediciones descubriremos más de estos sitios muy pocos conocidos de Mi Uruguay.
para Mi Uruguay: LDI